El patrimonio construido de nuestros pueblos es la huella imborrable
de la vida de las generaciones pasadas. Es
una muestra definitiva de la acción de hombres y mujeres que con esfuerzo y, seguramente,
muchas lágrimas, levantaron de la nada medios e infraestructuras para poder subsistir
en un medio rural a veces hostil, a veces más amable, pero siempre alejado de los centros de poder. Además, una buena parte de los bienes
públicos que se preservan aún en la actualidad, cumplían una función no solamente
práctica y funcional, sino que también actuaban como elementos transversales de
sociedad y comunidad. Servían de
engranaje, de detonantes para el encuentro vecinal, para el intercambio de información,
en definitiva, sostenían el imaginario colectivo e individual de los pueblos. Es decir, si nos pudieran hablar, narrarían las miles de historias y anécdotas de todas las almas, jóvenes y mayores que por
allí pasaron, estuvieron o invirtieron su tiempo y salud por el bien común.
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Los pilones restaurados. Foto del 14 de julio de 2024. Juzbado |
Por eso, el patrimonio material de nuestros pueblos lleva
tras de sí una gran mochila de esencia inmaterial que, igualmente, debiéramos preservar
y resignificar. La dimensión universal
de nuestras plazas y fuentes, de nuestros muecos y abrevaderos o de nuestros caminos
y caños solo se puede interpretar desde la inmaterialidad de lo material. Todo ello, desafortunadamente se ha ido
perdiendo hasta alcanzar inverosímiles situaciones de fuentes y surgencias
desaparecidas, enterradas u olvidadas, de miles de kilómetros de muros caídos convertidos
en alambreras o de carros, portones y aventadoras pasto del olvido y la carcoma. Son solo algunos ejemplos de la notable pérdida
de patrimonio que seguimos padeciendo en escombreras y terraplenes a las
afueras de los pueblos. En el caso de
los bienes públicos, la situación supera la inmoralidad por cuanto son los
organismos públicos los responsables de preservar nuestra historia grabada
piedra a piedra en muros, paredes y columnas.
Y en el caso de lo particular, la situación es todavía más dramática. Hemos perdido gran parte del rastro de las
norias, brocales y artilugios a lo largo de ríos y regatos, cientos de casas de
aperos comunitarias o muros levantados de sol a sol en situaciones muchas veces
precarias. La conservación comunal de las
veredas y caminos ya no existe, es una reivindicación a los poderes locales y,
por supuesto, el pulcro respeto a los linderos y lindes ha ido desapareciendo
poco a poco. Son, sin embargo,
situaciones a las que muchas comunidades rurales se enfrentan con sagacidad e
inteligencia, convirtiendo los retos y desafíos en recursos y oportunidades. Desde el trabajo común, la participación y la
implicación de diferentes actores en los procesos de restauración patrimonial y
emocional, muchos pueblos engrandecen su historiografía y perspectivas de
futuro.
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Aspecto de los pilones en noviembre de 2013. |
El trabajo que viene realizando desde hace unos meses el equipo
de personas participantes en el Programa Mixto de Formación y empleo de Juzbado,
trata de enmendar al menos una parte del olvido y pesadumbre colectiva que ha
envuelto en muchos casos la vida diaria de nuestros pueblos. Hay que reconocer que, afortunadamente, en
Juzbado hemos podido trabajar para restablecer la memoria y el deber urgente y ético
que tenemos como sociedad comprometida y moderna con el legado de nuestros
antepasados. Nos acordamos del programa
Juzbado sonoro y el conjunto de placas que jalonan las calles de Juzbado con historias
narradas por los propios protagonistas.
Mantener en pie el trabajo y la idiosincrasia de nuestros abuelos y bisabuelos
es la mejor dignidad y moralidad con la que afrontar juntos los desafíos del futuro.
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Los pilones restaurados. Foto del 14 de julio de 2024. Juzbado. |
buen ejemplo del trabajo llevado a cabo por el equipo de trabajadores coordinados
por formadores de la Diputación de Salamanca y que tiene su origen en una seria
y sólida reflexión municipal. Se trata del Programa Mixto de Acciones de Formación y empleo (AFE) que se está llevando a cabo en Jubzado desde el mes de abril y que continuará hasta final de año. Con ello
estamos preservando no solo la memoria de los que ya no están y la de los que
utilizaron los pilones para abrevar las piaras y rebaños, las yuntas o
corrales, sino que también estamos honrando nuestra labor.
Este trabajo común será igualmente recordado
por generaciones futuras, manteniendo así viva la historia material e
inmaterial de nuestro pueblo y la de sus gentes. Restaurar los pilones, aunque no vengan ya
a beber las ovejas, cabras, bueyes, vacas, burras, asnos o marranos, es una responsabilidad
colectiva, es una necesidad imperiosa.
Es, sin duda alguna, una generosa oportunidad en favor de la comunidad
juzbadina que, lejos de olvidar y denostar a nuestros antepasados, enriquece las conciencias de los
que hoy aquí habitamos y recibimos. La
restauración de los pilones mantiene viva, a la vista de todos, las historias
de vida y de las piedras que fueron levantadas poco a poco, a mano, con el esfuerzo
de muchos hombres y mujeres.